Oda a la tarde

Francisco Bendezú

Gritas, ¡oh tarde! Las muchachas
acodadas al balcón, enmudecidas,
te perciben, y los autómatas que arden
y gimen em azules azoteas anegadas.
¡¡Cantas Solitaria y te desangras!

Yo te he visto clamar sin brazos,
y enredarte en los alambres de púas
de los desiertos paeos públicos.
Yo te he visto forcejear desnuda
con un sudor de escarcha en las axilas

Yo te he visto bailar en los espejos
y correr por plazas de amaranto,
y dar una hora sin relojes
para las castas parejas que temblaban
acosadas por un largo fulgor de
telegramas

Yo te he visto huir destrozarte
la frente con el mármol aleve de la umbría,
y abrazarte, herida, de los postes,
y llenar, sentadad dulcemente,
de hilos y cenizas los estanques.

Yo he rayado tu dramática mejilla
con uñas de diamante o agujas de
obsidiana, y mordido tus labios delgados
como espadas; yo jhe besado tu busto y
me he bañado en tu halo de deshechas
mariposas.

¿Hacia qué antiguo malecón de cobre
conduces, como un aro, la furente
y desalada luna de terror? Las mujeres
te despiden con los muslos entreabiertos y
descalzas, y te escoltan golondrinas y
gramófonos.

Qué imposible cintura alucinante
persigues en la luz remota y loca?
¿A qué hoguera, ídolo verde, te abalanzas?
Cantas y sollozas. ¡Ya no hay nadie!
A lo lejos mece el viento collumpios oxidados.

Yo adoré tu trémulo perfil y tus violados ojos
de leona malherida y el turbio angel de yesca
que detras de tus hombros taciturno velaba.
Yo execré tu sortija que encandilaba medigos
y mecanógrafas lisiadas de péndulo en la nuca.

Yo te lleve por cines y terrazas y alamedas
como una enamorada. Te llevé a la orilla
de undantes planicies exornadas con estatuas,
y a lo largo de avenidas inconclusas
te arrastre de los cabellos por los atrios de la
nieve.

Tarde de fotografías sangrantes y sandalias,
¡salve! ¡Plmas a tu paso! ¡Hosanna! ¡Hosanna!
¡Claveles a tu cuerpo yacente en la litera!
¡Alminares de azufre para tu horizonte!
¡desollado! ¡vitor! ¡Evohé! ¡Eya velar! ¡Aleluya!.