De la madre

Oswaldo Reynoso Díaz

Bendíjese oh sí el altar de este catre desnudo Allí entre velas que calentaban las arrugadas manos de la madre Vacié todo mi aliento y sobre un puñal de cenizas recordé La nervuda arena que entraba hasta taparme los pies torciéndome en un lado diurno y otro oscuro en esta pared de esteras como plástico barroso que el invierno apaga y me hablasen de aquella que sobre el polvo me ha hecho Ella que transida bajaba ululando su tordilla cabellera por la pendiente haciendo trazos torpes por el peso de la tardanza O por el sol lastimando sus pómulos su frente sudorosa Como creí verla al ser arrojado sobre unas sábanas blancas que amoriguaban mi caída En ese lejano sembrío de viñas y yo como un recién llegado recibí estos ecos como si me aserrase el pecho lentamente entre el rumor de los primus y voces que se cuelan y hachan las sombrosas telas que aún apañan las hendiduras del tiempo y ella se levantase y yo en el sitio donde no debo y me dijese como un arrebol curtido racha y silente con que me despierta y aún cegado por lo inesperado me levanto a tientas a danzar alrededor de su falda y ella cavilosa y runa contempla el paisaje donde dirigió su rostro limpio hacia todos los aires !Oh ya no será más el aceite tierno de las madrugadas violáceas ya no seré el hijunagramputa que se incendia falcado en su regazo y me abrace con su chompa podrida sus cerezos sus agujas su jardín metálico en que el padre se arrecuesta como un ocaso mi arrobamiento ante sus palabras necias y dulces como machacados ajos me llega su llanura sus manos sus consejos ecayolados sobre mi mente que se acrece y se arruga en tiempos en que me devoran estas faenas impuras y sangrientas que partían mis noches oh la oscura y china noche como diría el padre al cerrarse el bar al borde del estribo una mujer como el día me golpea en la nuca y yo quisiera al voltear mi tristeza en su tristeza y bendíjese oh sí el altar de este catre desnudo me dé su inextirpable sonrisa que me azula.